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8 de noviembre de 2022
El real estate ha leído el signo de los tiempos y está cambiando de rumbo con la adopción de un enfoque centrado en los criterios ESG.
La sostenibilidad es uno de los factores más determinantes cuando se analiza el futuro de cualquier sector económico. En este sentido, el real estate ya ha marcado su hoja de ruta en cuanto a la innovación y con el objetivo de aplicar en todos los ámbitos los criterios de sostenibilidad y de respeto por el medio ambiente.
¿Dónde se van a construir y para qué, cuál va a ser la calidad del aire, qué materiales se van a necesitar, cómo se determinará el valor de los edificios sostenibles? Son algunas de las preguntas que se está haciendo la industria, uno de los sectores principales emisores de CO2.
Desde la construcción de nuevos inmuebles hasta el mantenimiento y el rendimiento de los existentes, hay un alto nivel de consumo de energía y una fuerte dependencia de los combustibles fósiles.
El sector inmobiliario-construcción es responsable del 40% del consumo de energía y del 30% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, que incluye las emisiones operativas (es decir, la energía necesaria para calentar, refrigerar y alimentar los edificios) así como la que se genera a partir de los materiales y la construcción.
En este contexto, el sector vive una etapa de transformación con el horizonte de los años 2030 y 2050 marcados en el calendario para llegar a los objetivos de reducción del 55% de emisiones y de neutralidad en carbono.
Más allá de la descarbonización y la eficiencia, la sostenibilidad en la edificación en un entendimiento amplio engloba el bienestar y la salud en el interior de los edificios, con una mayor concienciación y exigencia por parte de los usuarios especialmente tras la pandemia que marcan el futuro de este sector (los espacios de trabajo del futuro, nuevos modos de habitar).
El principal reto es establecer una metodología estandarizada para medir el peso de la sostenibilidad en el valor de un activo. Sin duda, por regulación, las nuevas edificaciones deben cumplir unos estándares mínimos, pero el hecho de superarlos o realizar reformas en los edificios ya construidos puede tener ventajas tanto a corto como a largo plazo.
La vía más sencilla es calcular el valor a corto plazo que supone el ahorro energético. Se trata de una cifra fácilmente calculable con una auditoría energética y que reducirá el coste del mantenimiento del activo, pudiendo aplicarse directamente en el valor.
Sin embargo, las ventajas a medio o largo plazo son más complejas. Elementos como la capacidad de adelantarse a nuevas regulaciones futuras, que podrían conllevar una inversión en nuevas reformas, o la mayor facilidad para acceder a financiación también deben ser tenidas en cuenta.
Desde el punto de vista de la valoración, el impacto de la sostenibilidad en los activos es ya una realidad, pero probablemente cobre más importancia en el futuro.
En la actualidad se trabaja por determinar una forma de medir de forma objetiva y estandarizada el peso que pueden tener aspectos como la eficiencia energética en el valor de un inmueble, puesto que hay varios elementos a tener en cuenta:
En primer lugar, las nuevas regulaciones en esta dirección generan que los edificios tengan que adaptarse a las nuevas condiciones que se van aprobando sucesivamente en España y en Europa. Por tanto, aquellos activos más modernizados y sostenibles son menos susceptibles de necesitar reformas o rehabilitaciones para cumplir con la legalidad, incrementando su valor respecto a aquellos que sí necesitarán una inversión para poder seguir siendo utilizados sin sanciones.
Por otro lado, está el factor de la financiación. Los fondos de inversión, bancos y otros organismos están limitando la financiación concedida para operaciones que no cumplan con criterios ESG. Por tanto, aquellos activos que cuentan con unas óptimas características en lo que respecta a sostenibilidad tienen una mayor demanda, incrementando así su valor de mercado.
En tercer lugar, juega un factor clave el ahorro energético. Especialmente hoy en día, con los precios de la energía tan elevados, los activos con una mayor eficiencia energética son una gran ventaja, al reducir sus gastos operativos.
Por último, se encuentra el elemento del compromiso y la imagen pública. Las empresas cada vez están más comprometidas con los criterios de sostenibilidad, algo impulsado también por las demandas sociales. Por este motivo, la demanda de activos sostenibles es mucho mayor que la de los edificios que vayan a requerir de una inversión para cumplir con los criterios internos y sociales impuestos a las empresas en lo que respecta a sostenibilidad hoy en día.
Por todo ello, el factor de la sostenibilidad impacta en el valor del activo. Sin embargo, es necesario analizar caso a caso para saber con certeza en qué medida puede llegar a afectar la condición de sostenible a la valoración de un inmueble.
Las empresas que quieran seguir operando con éxito en el mercado en el futuro deben actuar de manera responsable hoy. Los líderes saben que si toman las medidas adecuadas para preparar sus negocios para el futuro podrán aprovechar la oportunidad de prosperar en medio de la profunda transformación que están viviendo todos los sectores, adelantarse en su segmento y, sobre todo, crear un impacto positivo en la sociedad y el medio ambiente.
Para adoptar un enfoque lo más estructurado posible, nuestros expertos desarrollan el ESG 360, un enfoque integral, que se sustancia en cuatro aspectos igualmente importantes para la mejora de los criterios ESG:
La próxima década será fundamental para que las empresas del real estate desempeñen su papel en un futuro más sostenible, justo y equitativo: un futuro de cero emisiones netas.