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15 de febrero de 2021
El acelerado envejecimiento de la población en España va a ser una constante en las próximas décadas y supone un incremento en la demanda de activos vinculados a la tercera edad.
El envejecimiento de la población mundial es una realidad desde hace varias décadas y los últimos datos en nuestro país reflejan una tendencia imparable. España ha vuelto a registrar un máximo histórico de envejecimiento: por cada 100 menores de 16 se contabilizan 125 mayores de 64 años
Según los indicadores demográficos del INE, en España entre 1999 y 2019 (datos provisionales), la esperanza de vida al nacimiento de los hombres ha pasado de 75,4 a 80,9 años y la de las mujeres de 82,3 a 86,2 años. El estudio también refleja una mejora de las expectativas de vida en las personas de edad madura y avanzada.
Este progresivo envejecimiento de la población sumado al fin gradual de la preferencia por envejecer en casa, ha impulsado el atractivo inversor por los activos alternativos inmobiliarios para este segmento de población.
En el actual contexto, anticiparse a las necesidades de este sector es esencial en el sector promotor para adecuar la oferta. El mercado ya está dando cabida a activos como el senior living y soluciones que contemplen la accesibilidad o la movilidad, aspectos fundamentales en el sector residencial a mediano plazo
Con los datos de la evolución del índice de envejecimiento en España, el parque de vivienda no está adecuado para el colectivo que representa la población de más de 65 años. Tampoco cumple con los requerimientos que se exigen hoy en cuanto a sostenibilidad ni a eficiencia energética.
Por ello, es necesario comenzar a aplicar un gran plan nacional de rehabilitación y adecuación de viviendas que contemple las condiciones necesarias para que se adecúen a las necesidades de las personas mayores de 65 años con incapacidades físicas.
Por otro lado, es necesario hacer una distinción y segmentar otros criterios además de la edad, ya que los mayores de 65 años no conforman un colectivo uniforme. Entre los “seniors” encontramos personas activas tanto laboral como física o familiarmente, y también personas con distintos grados de dependencia.
Existe un problema de déficit de inversión para quienes buscan adaptar su vivienda a nuevas necesidades de accesibilidad, movilidad o seguridad. Esta falta de inversión trasciende al sector inmobiliario y exige abordar el problema desde un punto de vista social: ¿cómo se podría dar asistencia a las personas con algún tipo de incapacidad desde los 65 años hasta los 100, es decir, durante un periodo de 35 años y cómo se podría financiar esa ayuda?
Entre las soluciones en el el ámbito específico del “Real Estate”, sería fundamental la aplicación de programas estatales y programas autonómicos que otorgasen incentivos fiscales para la adecuación de las casas a las necesidades de estos colectivos. Por ejemplo, se podría conceder, a las personas mayores de cierta edad que realicen obras en su casa, las mismas reducciones fiscales que se aplican a la compra de la primera vivienda. De esta forma, el estado estaría colaborando en la rehabilitación de las viviendas dando un incentivo o compensación adicional para las personas o familias que quieran realizar esta inversión.
El sector de la vivienda, entendido como tal, es un negocio completamente diferente al de los alojamientos alternativos para personas mayores. En este sentido, no creemos que vaya a existir un gran número de promotoras tradicionales que combinen ambos, porque son modelos de negocios diferentes, con actores diferentes y, probablemente, con retornos de inversión diferentes, y que implican una especialización distinta y un plan estratégico completamente distinto.
Por tanto, podrán generar pocas sinergias con su actividad actual y, por tanto, vemos difícil que las promotoras residenciales puras se adecúen bien a este nuevo modelo de negocio.
Otro aspecto, en cambio, que hay que ponderar es el que atañe a la industria de la rehabilitación, que sí que tiene un gran papel que jugar en esta modernización del parque de vivienda.
No creemos que los espacios habitados exclusivamente por mayores sean la respuesta. La solución social para los seniors tiene que ir más dirigida a la definición de modelos de uso mixto en los que esta nueva realidad demográfica se adapte a las nuevas necesidades de la sociedad y en los que la gente de cierta edad pueda jugar un papel más relevante y colaborativo en la sociedad.
Existen países como Alemania donde hay iniciativas que combinan el sector del cohousing senior con el hotelero, obteniendo resultados parcialmente positivos. Nuestra visión es que tenemos que ir dotando a las promociones y entornos residenciales con ciertas unidades con capacidades especiales para gente mayor, pensando en los distintos grupos que conforman este colectivo, y favorecer así su integración en un modelo de uso mixto en el cual se produzca una mayor eficiencia social del uso del espacio y de las funciones.
Por ejemplo, hoy en día vemos que una problemática de los jóvenes es qué hacer con los niños y las guarderías, mientras que al mismo tiempo tenemos una serie de gente mayor activa que estaría encantada de supervisar esas guarderías, generando trabajo no solo para ellos sino también para gente joven.
El sector de las residencias para personas dependientes es completamente distinto a lo comentado hasta el momento y, por tanto, muy diferente a los modelos que se podrían aplicar para los senior activos.
En primer lugar, las residencias tienen que evolucionar tanto en calidad como en los servicios ofrecidos, una línea que ya están manteniendo actualmente. En este punto es necesario recordar que cuando hablamos de los seniors dependientes también hay distintos subgrupos, ya que no es lo mismo un grado de dependencia inicial, como personas de Alzheimer con cierto margen de movilidad, que personas con dependencia total. Aquí los modelos tienen que, otra vez, ajustarse junto a los programas de ayudas gubernamentales. De esta forma, las residencias de personas mayores dependientes deberían tener, probablemente, esta graduación de nivel de dependencia manteniendo unos porcentajes que permitan ese uso combinado.
Sin embargo, teniendo en cuenta el coste del equipamiento, es bastante probable que sea necesario tener residencias especializadas para las personas con alto grado de dependencia o incluso dependencia total. En estos casos, además, la convivencia con personas de una edad similar que mantengan un estado más activo, probablemente no sea ni siquiera recomendable desde el punto de vista psicológico, ni situacional.
Esa es la gran pregunta del futuro. Aunque hemos planteado varias fórmulas que podrían funcionar, no tenemos una respuesta clara de qué soluciones aplicar frente al gran cambio demográfico que se avecina en todas las sociedades avanzadas. En cualquier caso, lo que sí está claro es que es necesario evitar poner parches a las soluciones actuales y comenzar a hacernos una pregunta amplia de cómo ha de ser el nuevo modelo social, cooperativo y compartido en el que los distintos estratos de la sociedad puedan vivir y convivir juntos.
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